Son un grupo de ovejitas muy unidas y juguetonas. No conocen mucho y son muy inocentes. Crecieron con el cuidado del papá del Pastorcito Mentiroso y siempre se sintieron muy seguras. El nuevo pastor no las cuida muy bien, pero ellas intentan portarse lo mejor posible y no alejarse de su manguita. Alguna vez tuvieron un encuentro desafortunado con el Lobo Feroz que casi se las come; aunque no recuerdan muchos detalles porque se ponen tristes y no les gusta sentirse así. Prefieren pensar que la maldad no existe y siempre perdonan con facilidad.
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